La vida de Confucio
Entre todos los filósofos orientales, Confucio, que nació en 550 a.C., es considerado el más grande. Sus enseñanzas son fundamentales para las culturas asiáticas. Su escritos,
Los cinco clásicos, una colección de antigua literatura china, y
Los cuatro libros, una colección de las enseñanzas de Confucio y de sus discípulos, fueron durante siglos el plan de estudios estándar de la educación china.
Las enseñanzas y la biografía de Confucio fueron escritas muchos años después de su muerte, y fueron editadas por sus discípulos. Si bien los historiadores presentan varios relatos de su vida, hay algunos hechos básicos de los que estamos razonablemente seguros y a partir de los cuales podemos bosquejar los principales sucesos de su vida.
Confucio nació en la provincia de Lu, en el norte de China, en una familia humilde, y su padre murió cuando era joven. Comenzó a estudiar bajo el tutor de la aldea y a los quince años dedicó su vida al estudio. A los veinte años se casó, pero se divorció rápidamente de su esposa y mantuvo una relación distante con su hijo y con su hija. Antes de los treinta años se convirtió en maestro y reunió a un grupo de leales discípulos.
Confucio vivió durante la dinastía Chou (1100 a.C. a 256 a.C.). En este período el país estuvo dividido entre señores feudales. El orden moral y social estaba en un estado de descomposición. Confucio buscó una forma de restaurar el orden cultural y político. Él creía que la reforma vendría educando a los líderes en los clásicos y en la filosofía de él. Por lo tanto, buscó una posición de influencia política desde la cual pudiera implementar sus principios.
La tradición enseña que el duque de Lu lo designó en un puesto del gabinete a los cincuenta años de edad. Varios historiadores creen que con el tiempo ascendió a puestos públicos más altos. Debido a desacuerdos políticos y conflictos internos, renunció a su cargo a los cincuenta y cinco años y dejó la provincia de Lu. Entonces viajó durante trece años de estado en estado buscando persuadir a líderes políticos para que adoptaran sus enseñanzas. Si bien muchos señores lo respetaban, nadie le dio un cargo. Desalentado por la respuesta, dedicó sus años finales a la enseñanza y la escritura. Antes de su muerte, en 479 a.C., expresó su desánimo y desilusión con relación a su carrera.
Sin embargo, algunos de sus discípulos pudieron alcanzar cargos importantes en el gobierno luego de su muerte. Modificaron sus enseñanzas y agregaron sus propias perspectivas. Siglos después, el confucianismo se convirtió en la religión oficial de China y dio forma a la cultura del país. Los valores que prohijó -educación, lealtad familiar, ética del trabajo, el valor de las tradiciones, la conformidad a las normas tradicionales, honrar a los ancestros y una obediencia incondicional a los superiores- siguen arraigados en la cultura asiática.
Hay mucho para apreciar con relación a la vida y las enseñanzas de Confucio. Los cristianos concuerdan con varios puntos de su filosofía de la ética, el gobierno y la conducta social. Sin embargo, hay algunas importantes diferencias entre el cristianismo y el pensamiento confucianista que investigaremos en las próximas secciones.
La metafísica de Confucio
El confucianismo, según enseñó su fundador, no es una religión en el sentido tradicional. Es un código ético. La cultura china estaba imbuida de la religión del animismo, la creencia de que los dioses y espíritus viven en las formaciones naturales. Junto con una cosmovisión animista, existía la creencia en el culto a los ancestros. Los espíritus de los muertos debían ser honrados y cuidados por los familiares vivos.
Sin embargo, en sus enseñanzas Confucio evitó los temas espirituales. Se lo puede clasificar como un agnóstico que creía en los espíritus y lo sobrenatural, pero que no estaba interesado en ellos. Tenía una perspectiva humanista y racionalista. "Su posición en asuntos de fe era ésta: todo lo que parecía contrario al sentido común en la tradición popular y todo lo que no servía algún propósito social capaz de ser descubierto, lo consideraba fríamente". La respuesta a los problemas culturales y sociales se encontraban en la humanidad misma y no en nada sobrenatural.
Un discípulo de Confucio escribió: "El maestro nunca habló de prodigios, hazañas de fuerza, trastornos o espíritus" (Analectas 7:20). Confucio mismo dijo: "Dedicarse apasionadamente al deber que uno tiene para con la humanidad y respetar a los espíritus mientras se mantiene distante de ellos, puede denominarse sabiduría" (Analectas 6:20). "Los puntos de vista de nuestro maestro con relación a la cultura y la demostración exterior de bondad, se nos permite escuchar; pero acerca de la naturaleza del hombre y los caminos del cielo, no nos dirá absolutamente nada" (Analectas 5:12).
Confucio menciona de vez en cuando el "mandato del cielo". Aparentemente interpreta esto como la ley natural o el orden moral dentro de las cosas. Los hombres deben buscar vivir dentro de este orden. Uno debe cuidarse de no violar la ley del cielo. Confucio escribió: "A quien se coloca incorrectamente con relación al cielo no le queda ningún medio de expiación" (Analectas 3:13). En el sistema confucianista, un ser divino no tiene un papel significativo; su filosofía está centrada en el hombre y depende del esfuerzo propio. El hombre es suficiente para alcanzar el carácter ideal a través de la educación, el esfuerzo propio y la autorreflexión. La meta de la vida era vivir una buena vida moral. Luego de su muerte, el confucianismo evolucionó, combinando las religiones chinas tradicionales con el budismo para agregar un componente espiritual.
En contraste, el cristianismo está centrado en Dios. Está fundado en una relación con un Dios personal que está involucrado con el mundo. Confucio se centró en la vida aquí, en esta tierra. Jesús se centró en la eternidad. Para Jesús, lo que ocurre en la eternidad tiene ramificaciones aquí en la tierra. En Mateo 6:19 y 20 Jesús dijo: "No acumulen para sí tesoros en la tierra, donde la polilla y el óxido destruyen, y donde los ladrones se meten a robar. Más bien, acumulen para sí tesoros en el cielo, donde ni la polilla ni el óxido carcomen, ni los ladrones se meten a robar". Aquí vemos las perspectivas básicamente diferentes de Jesús y Confucio.
Jean Carlos Vaca B 19035501
http://www.ministeriosprobe.org/docs/confucio.html